
Hacía tiempo que veían cómo las abejas retornaban a las colmenas portando restos de sustancias de colores, pero no lograban identificar de qué se trataba. Determinados a dar con su procedencia, comenzaron a investigar por su cuenta y unos días más tarde entendieron que el origen del problema que tantos dolores de cabeza les provocaba se hallaba en una planta de biogás ubicada a 4 kilómetros de distancia.

Una vez comprendieron qué sucedía se pusieron en contacto con los responsables de la factoría y consiguieron que accedieran a limpiar los contenedores al aire libre y se comprometieran a guardar a partir de ese momento la materia prima con la que trabajaban en recintos cerrados.
Un acuerdo que no impidió que durante esas semanas murieran un número muy elevado de abejas y que la producción de sus enjambres, a pesar de tener un sabor muy similar al de la miel normal, fuera imposible de comercializar por su inusual coloración y la materia prima con la que había sido parcialmente elaborada.
Fuentes
bbc.co.uk
abadiadigital.com
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